Para la última clase del curso arte español, nos encontramos en el Museo de pintura para descubrir las obras de artistas hispanoamericanos modernos.
Empezamos con Picasso. Uno
al lado del otro, son cuatro cuadros. El niño con su muñeca, obra de tamaño
reducido que pintó de joven (1901), óleo sobre cartón. Llama la atención el
fondo rojo y verde y la blusa blanca del niño cuyas mejillas son muy tiernas; La mujer que lee. Parece que es a
su mujer Olga que pintó Picasso en 1920. Estamos en lo que se llama el período neoclásico.
Picasso la pintó en gris y rosa, colores del cubismo; La Figura, de 1930, es un
óleo pintado de gris en una puerta de madera. Se ve a una mujer restructurada
gris y negro, y en el medio un triángulo blanco que representa la cabeza. En la
parte baja del cuadro, lo que parece ser un buque y en lo alto una media luna,
los dos reservados en la madera, como las mandíbulas que están abajo. Estamos
en el período del surrealismo. Hablamos
bastante del cuarto cuadro, el Mosquetero y el niño que pintó en 1972 un año antes
de su muerte. El mosquetero es muy colorido con pinceladas rojas, marrones,
verdes, amarillentas y negras; tiene un sombrero puntiagudo y se ven sus ojos
en diferentes planos. El niño al lado va vestido de verde, su cara blanca
bordada de pelo rizado verde, los ojos restructurados, con los brazos
estirados. ¿Qué nos dice el niño? Vestido de verde, es todo esperanza, tendido
hasta un futuro excelente.
En la misma sala, en una
vidriera, van tres pequeñas estatuas de bronce de Picasso, tres mujeres
desnudas que realizó en 1940. Y a su lado, una estatua de bronce forjado muy
elegante de Julio González, del año 1937, La Gran Hoz, que es una
maqueta para un proyecto más importante. Lo que nos hace recordar que en los
años treinta aprendió la soldadura autógena en la fábrica Renault.
En la sala siguiente, está
expuesto el cuadro de Wifredo LAM, pintor cubano nacido en 1902, Mujer desnuda. Es un cuadro
trabajado a la témpora en papel montado sobre lienzo. Lo pintó en Paris, en
1939 después de la guerra civil, cuando estaba en contacto con Picasso (que le
daba de «mi nieto») y los pintores surrealistas, así se notan esas influencias.
El cuadro presenta a una mujer
dormida tirada en una esterilla con los brazos extendidos por encima de la
cabeza. El color que domina es el verde, diferentes tonos de verde- la esterilla
subrayada por parte de amarillo. La piel del cuerpo es rosada, los brazos y los
senos casi marrones. El cuerpo es sin relieve, lo mismo que la cara que se
parece a una máscara africana, en la que LAM subrayó de amarillo los ojos, la
nariz y la boca.
En la pared podemos distinguir
una ventana abierta de dos ventanales y en el suelo unas baldosas gris y rosa
que aclaran el cuadro. Se destaca del cuadro una profunda tristeza que nos
conmovió.
Sabemos que el Cubano LAM practicaba
la santería y nuestras compañeras nos dieron datos acerca de esta religión que
no conocemos por aquí.
Después nos dirigimos en la sala
del arte cinético. Se destaca la obra de Jesús SOTO, artista venezolano
que ya conocemos. (Nacióؚ en
Ciudad Bolívar en 1923. Murió en Paris en 2005). Esta obra es la única que
tenemos en Grenoble. La realizó Soto en 1965. En 2011 la recibió como dación el
Museo Beaubourg, que la depositó aquí en 2015.
Forma parte de la serie «Vibraciones»
a la que trabajaba el artista desde los años 50. Vemos un cuadro cuadrado de un
metro cincuenta. Sobre un panel de madera van dos paneles de igual tamaño
pintados con acrílico, uno amarillo ácido y el otro, abajo del primero, rayado
de blanco y negro. En lo alto y en medio de la parte amarilla está un soporte
de unos 10 cm. Gracias a hilos de nilón van colgadas en horizontal una veintena
de varitas de acero, también pintadas de amarillo, que se destacan del fondo
rayado. Estas varitas están delante del cuadro, pero hacen parte de la obra.
Aprendemos que Soto quería ser arpista quizás eso le influyó en usar los hilos
de nilón…
Estas varitas se pueden mover con
el paso de los visitantes. Un efecto óptico se realiza en la parte baja del
cuadro, pero mejor gracias al punto fijo que resulta ser la parte amarilla. Soto
decía que las varitas (puso unas cuantas en sus varias obras) eran objetos que
no eran decorativos. «Así pueden concentrar el fenómeno óptico, la vibración es
meramente óptica».
Dadas esas explicaciones, podemos
entrar de nuevo en la sala por la entrada del fondo. Aquí es donde se nota
mejor el efecto óptico. Las varitas se descomponen en pedacitos que se
engrandecen o al contrario se hacen más pequeños.
Hay que notar también el reflejo
de las varitas en la pared afuera del cuadro, como si fuera su extensión. Siempre
Soto requiere nuestra colaboración: es preciso que nos desplazamos delante del
cuadro o que nos alejemos de él.
Quisiera decir que su arte es interactivo.
Sabemos que en sus «penetrables» los visitantes tienen que entrar para apreciar
la obra.
Soto trabajó mucho. En Caracas es
aún más conocido ya que se encargó del techo del vestíbulo y de las salas del
teatro Teresa de Carreño.
Colgado al lado de esta obra está
el cuadro rojo/azul de Carlos Cruz Diez (venezolano de Caracas y amigo suyo, y
lo mismo de conocido) también figura del arte cinético. El color lo hace menos
atractivo pero el trabajo es muy interesante, con láminas de plexiglás rojo.
Para acabar con la visita del
museo, nos dirigimos hacia la planta baja, para ver la estatua del artista español
Juan Muñoz, Une Figure. El hombrecito nos mira encorvado y
sonriente, la mano en el bolsillo delante de su espejo.
Lo han puesto al lado del Tríptico en bronce, un
poco oscuro y enigmático, de Cristina Iglesias, española también (¡Y su mujer!).
Son obras propias del museo que las compró. Recordemos que el museo dedicó una exhibición
particular a los dos hace unos años.
Con el recorrido de estas obras,
hemos dado la vuelta a la parte contemporánea del arte hispanoamericano del
museo.
Juanita
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