martes, 22 de enero de 2019

Los "Aficionados del martes" proponen una continuación al relato de Julio Cortázar "La casa tomada"


Primera propuesta:

Irene y yo nos quedamos un largo rato sin ánimo. Debíamos decidirnos  a buscar refugio en algún sitio. ¿Un hotel? Pero no teníamos plata. Pensé en la hacienda que poseíamos en la Pampa, adonde fuimos una vez, hacía mucho tiempo, mi padre y yo. Por esa parte, estaríamos en casa nuestra. Tomamos un taxi. Viaje penoso para los dos desorientados que éramos, en un paisaje desolado. Al cabo, se paró el coche delante de una grande casa bien cuidada.


 

Pero el arrendatario y su esposa no pudieron reconocer nos. No creyeron que fuésemos sus dueños porque no teníamos papeles. Tuve que suplicarle de prestarme dinero para pagar al chófer. Como Irene lloraba en silencio, nos instalaron en una habitación que, a veces, servía para el esquileo de las ovejas. Irene se hizo muda. Yo debí proponer de trabajar para mi propio arrendatario, vigilando los rebaños y esperando de ser pronto reconocidos.

Reflexionando que el corazón nos había faltado en Buenos Aires para rechazar a los invasores y que en consecuencia la decadencia nos abrumaba, me acordé de la frase oída en la radio unos años antes, frase que el inglés Churchill soltó a su rival Chamberlain después de los acuerdos vergonzosos de Múnich: “Usted tuvo que elegir entre la deshonra y la guerra. Usted eligió la deshonra. ¡Tendrá la guerra!”

André

Segunda propuesta:

Después de cerrar la puerta y tirar la llave a la alcantarilla, Irene y yo nos fuimos andando por la calle, estaba oscuro y la noche me pareció fría, más fría que de costumbre, quizás la huida delante de invasores hacia el desconocido me preocupaba mucho… el frio se hizo tan vivo que de repente me desperté…
De hecho estaba en mi cama y probablemente, como me lo había dicho Irene, que los grandes sacudones que hago cuando estoy soñando, hicieron caer el cobertor y mi libro y que por lo tanto los invasores del momento fueron el frío y el ruido del libro que cayó al suelo. Me quedé en la cama y recordé que Irene, ayer por la tarde antes de salir, me pidió que no haya llave en la cerradura de la puerta de entrada para que pueda regresar si quisiera.


Luego poco a poco intenté recordar los eventos de la pesadilla antes de que se desvanecieran como a menudo y traté de encontrar los otros hechos que me condujeron a este mal sueño, probablemente el miedo debido a la inseguridad del momento, igualmente el hecho que Irene aunque era “una chica nacida para molestar a nadie”, en estos días estaba tejiendo otra cosa que la lana, algo como otro proyecto de vida…
A pesar de que siempre pienso que “yo no tenga importancia” y que quizás me ahogué demasiado en la lectura, yo podría hacer, como Irene, unos proyectos para que también la casa no sea tomada únicamente por el pasado con los recuerdos de nuestros bisabuelos…

Santiago

Tercera propuesta: Fin de juego en Buenos Aires

Al salir de la casa, Irene y su hermano se dirigieron maquinalmente al norte. No tardaron a llegar a La Recoleta, el cementerio famoso en el que descansaban sus ancestros. No habían venido aquí en años. Buscando el panteón familiar, pasaron por las sepulturas de muchos personajes ilustres: escritores, militares de alto nivel, o presidentes de la República como Bartolomé Mitre o también Carlos Pellegrini cuyo el padre nació en Chambéry (Saboya). Sobre la tumba mal mantenida de la familia se recogieron un instante breve. Irene reprimió una rabia sorda contra sus padres que habían recusado todos sus pretendientes, condenando así su hija a una soltería dolorosa y perpetua.
Antes de dejar este lugar cargado de historia, la del país como la suya, vieron el monumento rico de Nicolás Rodríguez de la Peña, un héroe nacional, como un guiño a la calle en la que vivían. Pues por una asociación de ideas fortuita fueron al café muy conocido por los porteños y que era el sede de “La Peña de Tortoni”, o también la “Agrupación de gente de artes y letras”, creada en 1926 para alentar el Arte y la Literatura. Sentados en una esquina tranquila del café Tortoni notaron a un hombre elegante de unos cincuenta años que escribía febrilmente al fondo de la sala.


Preguntaron a Víctor un camarero afable que les dijo:” Es Jorge Luis Borges, un escritor ya muy apreciado. Acaba de perder su trabajo en la biblioteca municipal a causa de sus opiniones anti-Perón. Lo nombraron como inspector de los conejos y de las aves de corral en los mercados públicos. Ahora tiene mucho más tiempo libre. Entonces está al Tortoni cada mañana para escribir su próxima colección de cuentos”.
Por la tarde visitaron la casa de Carlos Gardel llenos de nostalgia amargada que provocaba la frustración de nunca haber bailado el tango.
Al anochecer desearon ver su casa una última vez. ¡Pero al llegar a la calle Rodríguez de la Peña, de la casa no había quedado el menor vestigio! Había totalmente desaparecido como si a la vez en un solo día se habían realizado sus deseos secretos, sus actos fallidos, o dónde más la metáfora del derrumbe que los atormentó tanto durante estos meses últimos.

JJ. Pellegrin

Nueva propuesta: Después la Casa Tomada

A las 11 de la noche, Irene y su hermano abandonaron la casa tomada y salieron a la calle: « ¿Qué hacer ahora? ¿A dónde ir?»
Irene siempre lloraba totalmente perdida  fuera de su casa. Su hermano se acordó que al lado de la iglesia del barrio se encontraba una pequeña sala siempre abierta para los pobres y decidió pasar allí la noche. La sala estaba vacía. No fue una buena noche pero durmieron algunas horas acostados en bancos estrechos. Se levantaron de madrugada y marcharon hasta la estación del Subte donde compraron algunas comidas y bebidas antes de ir con el tren a Puerto Madero el barrio de Bs As al lado del Rio de la Plata.
En el compartimiento había dos personas: una mujer tejiendo y un hombre leyendo un libro de Mauriac. Irene se instaló al lado de la mujer y sacó su propio punto de su bolso; las dos mujeres empezaron a hablar, aguja dentro, vuelta al hilo… una verdadera revolución para Irene que no habia hablado con nadie desde hace muchos años.
Por otro lado, su hermano descubriendo el libro de su vecino, no pudo evitar comenzar una conversación sobre la literatura francesa… y poco a poco los dos hombres decidieron rápidamente embarcarse a Francia.
Finalmente Irene no quiso seguir a su hermano sino quedarse con su nueva amiga y abrir un club de tejedoras y una tienda para vender sus creaciones.

Colorín colorado este cuento se ha acabado, cuando empieza esta nueva vida con un gran aliento de libertad y aventuras, una autentica  resurrección,  para nos dos supervivientes de la CASA TOMADA

Agnès

Otra propuesta: La venganza

Apenas fue la llave tirada que Irene estaba gritando en la calle desierta.
¡Tirar la llave a la alcantarilla, ÉL solo lo había decidido!
Y ahora, estaba como loca, desesperada y aullando.
Se precipitó frente a Él, como para golpearlo con violencia y angustia.
Pero jamás se habían peleado... jamás se habían puesto furiosos uno contra el otro... Su historia secreta les había protegido de alguna palabra peligrosa. Silencio estaba su contrato tácito para mantenerse juntos...
Y en este momento, estaban como desnudos en la calle, y jamás nadie no les había visto juntos aquí.
Para Ella, era la primera vez que salía a la calle. La primera vez que descubría de nuevo las casas, los coches, la luz de la ciudad durmiendo, los cafés, las tiendas... y todo. Desde hace más de 20 años estaba encerrada por ÉL, su incestuoso hermano. Y de repente se daba cuenta de esta vida mal gastada, del encarcelamiento que Él le había impuesto, obligándola a tejer chalecos.
Pensando en esas horas sacrificadas, subió en ella una inmensa rabia. Miró a su " hermano tirano" y súbitamente con las agujas de tejer que había llevado, se precipitó frente a sus ojos...
Desde ese momento, mañana y otros días, no podría Él más mirarla tejiendo chalecos por horas...

María Clara

La propuesta del día

Nos quedamos algunos minutos inmóviles, callados.
El día empezaba a amanecer.
¡Qué va a ser de nosotros!
De repente, tras haber dado varias vueltas tal un trompo, corrí en dirección de un camino  a mi derecha, pero al pisarlo vi que estaba repleto de barro con grandes baches ¡Imposible de avanzar! Me volví atrás.
Andaba por otro camino practicable, cuando me di cuenta que poco a poco se estrechaba y numerosas zarzas iban creciendo, preparándose a acariciarme. Me fui huyendo. Sin aliento, percibí unas casas ¡Estamos salvados!
Me acercaba cuando me enfrente con un muro superado por alambrados que bloqueaba el acceso a la carretera.
Única solución, recuperar la llave de nuestra casa.
Volví hacia Irene siempre inmóvil y silenciosa.
Al distinguir, la llave en el fondo, me tiré a la alcantarilla.



Un grito: Irene me sacudía con fuerza « ¡Despiértate! »
¡Qué horrible pesadilla!

María


Otra propuesta que contribuya a la causa feminista

En la calle, Irene va a encontrar una amiga, con quien estaba a la universidad. Esta amiga, viéndola desesperada y perdida, le ofrece a Irene una habitación en su casa. Al principio, Irene duda, mirando su hermano... Además ella decide seguir su vieja amiga.
Su hermano la mira con horror y empieza a gritar: «Irene, por lastima ¡No me dejes! ¡No me dejes te quiero tanto!»
Pero Irene no se da la vuelta para ver a su hermano llorando y gritando en la calle. Ella piensa en su vida antes...vida monótona y triste tejiendo todo el día, sin leer libros o periódicos, sin ver alguna película, sin charlar con otras personas que su hermano, una vida sin pensar en nada. Irene guarda a su vieja amiga: una mujer guapa y  muy simpática, que parece inteligente y decide de cambiar  su vida.

¡Y es un milagro! Porque esta amiga forme parte de un grupo político clandestino que lucha contra la dictadura de Perón.
En la casa de su amiga, por la tarde, dos veces la semana, se reúnen compañeros, para hablar del país y de la manera de cambiar de política.
Y así Irene cambiara completamente: no tejera más pero ella leerá periódicos y escuchará los compañeros que evocan la política y la economía de su país y de algunos otros países latinoamericanos.
¡Irene se convertirá en otra mujer, una mujer libre y radiante!
¿Y su hermano, me dirás? ¿Qué le ocurrió?
¡Irene no lo sé y no quiere saber! Ella es feliz…

Anyvonne

A continuación...

No hay comentarios:

Publicar un comentario