Consecuencia:
Al principio sentimos una profunda sensación de alivio, la pesadilla había terminado. Poco a poco, sin embargo, surge otra preocupación .A medida que avanzamos por la calle, me di cuenta de que estábamos en una situación poco envidiable. Habíamos huido de los ruidos intrusivos de nuestra casa sin tomar ninguna precaución. Mil pensamientos giraban en mi cabeza, pero no podía preocupar a Irene. Por otra parte, me sorprendió mucho descubrir hasta qué punto estaba fascinada por todo lo que nos rodeaba: la gente, los vehículos, las tiendas, el ruido de la ciudad. Hacía años que no tenía contacto con el exterior absorbida por su trabajo de tejido.
¿Cómo protegerla de este mundo agitado, cómo encontrar un lugar de paz? Era imperioso retomar contacto con algunos de nuestros primos, trámite que me parecía muy laborioso, nos armamos la gorda con ellos y los habíamos evitados durante tanto tiempo. Pero coser y cantar todo es empezar. Habíamos dejado nuestros ahorros en nuestra casa, un poco de dinero prestado debería permitirnos ganar nuestra campaña de la provincia de Mendoza, podríamos contar con nuestra renta para compensarles ampliamente e instalarnos fueras de la vida tumultuosa y, por encima de todo, olvidar los ruidos inquietantes de la casa. Si ellos causaran nuestros temores, como lo había sopesado por un momento, podrían estar contentos de que nos fuéramos.
Irene sería capaz de adaptarse a estos grandes cambios, yo siempre había procurado evitarle los problemas. Inútil cruzar el charco, en Rodríguez Peña, cerca de la casa de los regidores, que tenían buena percha, habría, según mis recuerdos, suficiente espacio para alojarnos y me sentía lleno de energía teniendo la sartén por el mango.
Miguelita
Diez años después
Diez años después Irene y su hermano tenían casi cincuenta años y vivían en el campo en una pequeña casita, sobre los terrenos de su familia. Al campo no estaba posible de encontrar libros en francés y lana de buena calidad para tejer así que debían cambiar sus actividades.
No había nada que hacer aparte une rutina diaria de preparar la comida, de pasear une hora fuera, de cultivar algunos huertos y pensar demasiado a la vida anterior cuando tenían la gran casa en Buenos Aires. No hablaban de ella entre ellos, pero cada uno pensaba a la casa tomada como a un eldorado perdido. Sin embargo había una sola ventaja : los vagos primos no se quedarían con la casa y no podrían destruirla.
Talin
Traslado a Montélimar
Irene había comenzado a llorar suavemente.
Ella me preguntó cómo volveríamos a entrar a la casa. Le dije que ya no quería volver a esta casa tomada! Los espíritus se lo habían llevado y los íbamos a dejar.
Irene empezó a tejer con fervor, diciéndome que aún nos podría servir para taparnos o para alimentarnos ya que nos quedamos sin dinero.
“Tienes razón” lo dijo, “coser y cantar, todo empezar! No te preocupes tengo la situación bajo control (la sartén por el mango. Tenemos buena percha y recuperaremos nuestras rentas de nuestro gerente, lo que nos permitirá comprar un billete para cruzar el charco y encontrar a nuestros primos que llevan muchos años viviendo en Montélimar en Francia.”
Así, hicimos autostop a nuestros campos, a varios kilómetros de Buenos Aires. Por suerte, el gerente no formaba parte de la población en revuelta, y nos pagó la renta de la finca sin problema. Además, nos llevó de regreso a la ciudad y pudimos encontrar un billete en el primer barco que partía hacia España. Llegamos a Barcelona, pudimos unirnos a nuestros primos que nos recibieron con los brazos abiertos en Francia. Desde entonces trabajo en el campo e Irene sigue tejiendo incansablemente para toda la familia.
Vivimos en un pequeño piso en Montélimar y hemos encontrado una gran parte de nuestros primos que vienen a visitarnos regularmente. Claro, estos primos esperaban descubrir la casa de nuestros bisabuelos en Buenos Aires y no entendían nuestra historia, ni por qué tiré la llave a la alcantarilla, ni la casa tomada.
Isabel
Después de abandonar la casa tomada…
Después de abandonar la casa tomada, los dos hermanos oyeron ruidos de gente armándose la gorda. Salieron hasta una otra calle. Oyeron nuevos ruidos y salieron de la ciudad. Oyeron bombardeos en el campo. Huyeron, yéndosele el santo al cielo, hasta el puerto. Tomaron un buque para cruzar el charco hacia el sur de Francia.
En el buque, encontraron por casualidad un pariente lejano que tenía una casa para alquilar. Alquilaron la casa. A la llegada del buque, tomaron un taxi.
La casa era grande. Entraron por un zaguán a una parte delantera donde había un living, dos dormitorios y una cocina. Encontraron también una parte trasera igualmente grande.
Una gran puerta de roble separaba las dos partes…….
José
Una continuación feminista
Cuando se encontraron en la calle no supieran que hacer, Sin ningún dinero estaban desesperados. Irene siempre había confiado en su hermano pero ya era demasiado, esto no podía seguir así. Irene se dio cuenta de que ella debía tener la sartén por el mango. Ella tenía miedo pero esto no era cruzar el charco.
Aprovechando que su hermano se le estaba yendo el santo al cielo, Irene decidió volver a la casa para tratar de conseguir algunos objetos y algun dinero. Se acercó de la ventana de la cocina para mirar lo que ocurría dentro. Al principio no vio nada a causa de la oscuridad. Poco a poco sus ojos se acostumbraron, ella percibió movimientos y después de un rato distinguió toda una armada de ratones corriendo a través del cuarto. Ella comprendió que gracias a su nueva actitud ellos podrán volver a vivir en su casa, que las mujeres no deben siempre someterse a los caballeros y ella pensó : coser y cantar, todo es empezar.
Paquita
La calle Rodríguez
La calle Rodríguez Pena está vacía. No hay nadie, ningún coche.
La noche esta negra. Solo una estrella brilla en el cielo oscuro.
Irene llora, su hermano apráeta su brazo. Avanzan todo derecho sin saber dónde ir.
En sus cabezas, los ruidos de la casa resuenan siempre.
El miedo no les deja.
El, sale del silencio y dice a Irene : “ No te preocupes, vamos a tener la sartén por el mango.
Mira esa estrella, vamos a seguirla y cruzar el charco.”
En seguida, la estrella alumbra el cielo. Irene y su hermano, extenuados, la sigue con los ojos
y a lo lejos, perciben una luz.
Avanzan de mas en mas rápido, atraídos por esta luz que, como un faro, guía a los náufragos de la vida.
De repente, el camino se detiene. Una puerta de roble iluminada por una linterna se abre :
los bisabuelos, el abuelo paterno, los padres y toda la infancia aparecen.
Un grito terrible recorre la casa. El , se apresura a entrar en el dormitorio de Irene.
Sentada en la cama, desorientada, solo puede susurrar : “ tuve una pesadilla horrible”.
Martine
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