La diosa del Río
Este río iba por la selva peruana rodeando el pueblito de pecadores llamado Quetchal. La India volvía de su día de pesca, con las aguas más altas y fuertes está semana. Tenía miedo por su niño, que dormía en su cuna de caparazón de tortuga. El río estaba peligroso hoy. La barca estaba bailando sobre la corriente pero fue echada al revés por una roca traidora.
La madre trató de nadar pero se encontraba en la curva del Río llamada "rincón de los aligátores". En poco tiempo fue hundida y no se veía nada más de ella sino el rojo de su sangre que invadió todo el río, corriendo, siguiendo su destino hasta ... el Atlántico.
Por suerte la cuna de tortuga se quedó recta. Fue llevada por casualidad hasta el pueblito de Quetchal donde se paró, cerca del muelle. Igual que Moisés.
Recogido por la gente, el niño empezó su vida de huérfano rodeado por la atención de los indios que lo llevaron en un hogar, la cabaña la más cerca del Río, donde vivía su abuela, la del lado de su padre. Desde el momento, el Dios del río fue considerado como el padrino del niño.
Este niño tenía una voz fuerte, suave y muy variada. La gente llamó el niño "Pavarito".
Nunca tuvo hambre porque sus gritos de hambre llegaban lejos, hasta las madres del pueblo con mucha intensidad. Está voz, muy aguda, tan alta que llegaba a todas orejas. Las madres que la oían sentían en el pecho una subida, un efusivo de leche, que las dejaba movidas con la imperativa tarea de buscar los labios de Pavarito. Las niñas, hasta las vírgenes , se acercaban de el, para verlo chupar, respondiendo a la llamada de algún deseo glorioso de ser una madre.
Pronto Pavarito comprendió su poder de llamar hasta el, de invitar, por su canto, a todos los seres vivos, particularmente a los pájaros.
Empezó con las palomas, que le respondían y le quitaron los insectos que lo molestaban en casa.
Aprendió a emitir el grito o el canto que dirigía el vuelo de los pájaros. Más tarde, después de su primer año, fue capaz de dirigir un ballet, sincronizando las curvas tridimensionales de una banda de cuervos. Los campesinos, los pescadores y cazadores de Quetchal vinieron a oír sus órdenes y se espantaron de seguir el ballet de los pájaros. Pavarito trabajaba a dar colores a sus ballets llamando a los quetzales de bailar en tres dimensiones sobre el río, donde la selva no escondía la escena de su teatro.
Así el niño que ya no hablaba ni andaba era muy respetado y abrazado.
No parecía extraño a los indios que el niño sepa llamar a los animales, como el alcalde-jefe de la comunidad podía llamar a los médicos o al cura, hablando en una caja metálica con un largo hilo metálico que llamaba "Antena".
El brujo también decía que podía llamar a los pumas, los jaguares, los serpientes para castigar a sus enemigos, o los malos de la comunidad.
El jefe y el brujo se peleaban para fijar la frontera entre lo que cada uno llamaba el bien o el mal.
El pueblo vivía muy bien sin fronteras autoritarias. Por suerte, no había un cura en el pueblo, solo pasaba de vez en cuando , para añadir prohibiciones sin consecuencias.
El padre de Pavarito no vivía con su madre o con su hijo. Se marchó a la ciudad y nunca mandó noticias.
Se decía en secreto que por las noches sin luna se podía ver desde el muelle la madre de Pavarito, andando sobre el río, alta y delgada, orgullosa de su cuerpo, su largo pelo negro cayendo en su espalda.
La abuela empezó a decir que su hijastra infiel se cayó voluntariamente al río para casarse con el Dios del Río y convertirse en Diosa del Río, dejando su hijo vivo, pero mortal.
Casi la mayor parte de los habitantes se extrañaban del canto mágico de Pavarito y pensaron que era una capacidad regalada por su madre la diosa del Río.
Un día, doce quetzales estaban bailando encima del Río, los vecinos siguiendo el ballet, cuando el niño se puso a gritar como grita un Martín pescador! De repente los doce quetzales se hundieron en el río!
Los vecinos gritaron, protestando contra la perdida de los aves bailadores. ¿ Pavarito lo hizo intencionalmente? ¿Para ofrecer colores a su madre? No lo sabremos.
Los días siguientes, algunos hombres del pueblo pudieron ver a la madre de Pavarito con una corona de plumas de quetzales arriba de su pelo negro, cómo siempre enseñando su belleza, abriendo los brazos, casi desnuda bajo su corona de reina del río y de los pájaros.
Muchos años después, un turista pasó por el muelle con una cajita metálica en el pecho, con un ojo de vidrio por delante.
Este hombre, llamado Juan Rulfo, dijo que había cogido la imagen de la diosa del Río en su cajita metálica. Era capaz, dijo, de conservarla por años, y de enseñarla a todo el mundo....
Juan Pedro

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