Ya estuvimos en la calle sin dinero, sin D.N.I. No supimos
dónde dormir. No conocimos a nadie, solamente la chica de la librería pero a
esta hora estaba cerrada. No pudimos dormir sobre los bancos de los parques
porque la policía solía rodear y arrojar los mendigos en la cárcel. Tuvimos que
irnos de Buenos Aires. Andamos toda la noche escondiéndonos detrás de las
basuras, en los rincones de la calle o en la entrada de los edificios. Al
amanecer estuvimos fuera de la ciudad. Un campesino nos cogió en su carreta
tirada por un burro ya muy cansado a esta hora matinal. No era muy cómodo. Al mediodía compartimos una cebolla y un trozo de pan con el campesino. Al fin del
día vimos nuestros campos a lo lejos. Bajamos de la carreta y volvimos a andar
hasta la casa de nuestros campesinos. Era una choza hecha de tierra, paja y
ramas. Cuando nos vio el mayor, se acercó. Nos presentamos, explicamos la casa
tomada y como ahora tenemos nada de nada. Pues el viejo campesino tuvo una
sonrisa muy grande y nos dijo:
"Si vosotros dos queréis comer y dormir hay que trabajar". ¡Terminado de tejer todo el día cosas inútiles! ¡Terminado de leer novedades en literatura francesa! ¡En el trabajo ahora!
Miguel
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