Así se acaba el cuento “Las visitas” de Carlos
Castán que estudiamos antes de las vacaciones.
Este relato nos sitúa en el Madrid de la época actual, aunque también nos ofrece, en los recuerdos de Infancia de uno de sus protagonistas, emotivas y plásticas descripciones de ambientes y lugares en parte ya desaparecidos. En este sentido, el relato contiene, al menos, una doble historia de amor: Madrid y Elena son, a partes ¡guales, los dos amores de Carlos, el protagonista y narrador. Por alguna extraña razón, ambos están asociados en su mente: si consigue uno, también conseguirá el otro. Y es que Carlos reside en Tres Cantos una ciudad dormitorio próxima a la capital. La muerte de su abuela le permitirá volver a una casa del centro de Madrid y “vivir", por fin, según dice. Además la nueva casa, más accesible, hará más fácil sus prometedores encuentros con Elena que tiene que elegir entre dos hombres que tienen el mismo nombre, Carlos, pero caracteres muy diferentes, casi opuestos …
Resulta complicado resumir este cuento en pocas líneas para entender lo que hicieron los Aficionados, es decir escribir la continuación de la historia.
Aquí están las propuestas:
La de Jean-Jacques: "Elena, una devoradora de hombres"
Elena y yo estamos separados desde hace un año. La había dejado a causa de esta vida juntos con ella y el otro Carlos. Nunca sabía si era el primero o segundo en su corazón. “Jules et Jim”, está muy bien en el cine, pero mucho menos en la vida.
Había curado las heridas de mi alma cuando, un día de julio, me encontré cara a cara con Carlos en la Glorieta de Bilbao.
Carlos me dijo: “ya no estoy más con Elena;
no podía soportar las fragancias repugnantes de sus palitos de incienso”.
El momento se disipó mi celo y le invité a tomar algo en una terraza cercana. De pronto me dijo:"¡Mira Carlos, es Elena con los dos hombres en la terraza!”
Al vernos Elena sonrió después nos presentó
sus dos compañeros, “aquí están Carlos y Carlos”.
Pocos minutos más tarde en nuestra mesa, susurré al oído de Carlos: “Te apuesto que se llamará Carlos Quinto el siguiente amante de Elena”. “Es una apuesta muy fácil” -me respondió Carlos-.
Otra de Danièle:
Y sigues mirarme así. Y me siento cada vez más
feliz cuando me miras. Y cada vez más creo que estoy a punto de tomar cartas en
el asunto y que, por fin, me quedaré a solas contigo, que el tocayo va a
desaparecer definitivamente.
Pero, pero esa vida de poeta incomprendido, que me
hace tan interesante para ti, no tengo dudo en mi fuero interno de que no me
cae bien. Temo estar dándome un batacazo con todo esto que no me corresponde.
Además, esa vida se llenó de varios encuentros
agradables, aunque no sean Elena. Y estoy hasta la coronilla de mis trayectos
Madrid - Tres Cantos.
Así que, cogiendo el toro por los cuernos, digo a Elena “Tenemos que hablar”. Y le decía que tengo que recuperar el piso y que, si quiere, ella pueda mudarse a Tres Cantos que corresponde perfectamente a su sueño de solitud.
Claro, no fue una balsa de aceite, pero por primera vez
quería llevar eso a cabo y aunque me costó mucho, salí adelante.
Otra propoción, la de Miguelita: Esta mirada…
Esta
mirada que tanto me hacia sufrir cuando se dirigía al otro Carlos, lo intruso, ahora
tan inocente e indefenso con su pijama y sus ojos soñolientos.
Esta
mirada me golpeo en el corazón y desencadeno una profunda ira, un tsunami que
me arrastro hacia otro yo mismo.
Me vi
gritando palabras absurdas y llorando como una fuente, me tiré al piso y me
arrastré por el apartamento. Derribé sillas, mesas y estantes; libros, vasos y
botellas se cayeron, en un instante, el salón estuvo patas arriba, y yo,
gritando, llorando… para finalmente acurrucarme en el suelo contra la pared.
Elena
había rápidamente cerrado la puerta detrás de mí, disculpándose con los
vecinos, prometiendo que todo estaría bien… y trató de calmarme, con dulces
palabras y su cálida voz. Me trajo un vaso de agua, tomo mi mano, preguntándome
que había bebido, que había fumado, donde había estado, porque estaba en ese
estado… Pero las palabras me fallaron, el aire me falto, el mundo giraba a mi
alrededor y caí en un letargo sin fin.
Elena
fue a buscar una almohada y una manta y mientras explicaba a mi tocayo que no
podía quedarme sola en este estado, me acomodo en el sofá donde finalmente
encontré refugio y algo de paz: caí en un sueño profundo.
Me
desperté al día siguiente con susurros de mi tocayo protestando que era
absurdo, que esta situación era insoportable, no podía durar, y Elena respondió
que no podía abandonarme, que yo había bebido hasta el agua de las flores, que
ciertamente, estaba enfrentando graves problemas, que era una cuestión de
humanidad… Y ella le pedía que por favor saliera del apartamento unos días,
unas semanas tal vez, mientras yo sanaba.
Carlos
gemía mientras recogía sus cosas. Cuando paso cerca de mí, nos miramos; dentro
de sus ojos, no vi rabia o deseo, pero simplemente el dolor del amor perdido.
Carlos se fue. Y yo cerré mis ojos para recordar indefinidamente la mirada de Elena, orando para que el tiempo se detuviere para siempre…
Además, la propuesta de Elyane:
Al principio Carlos 1 consideraba a Elena como La Niña de
sus ojos.
Bebía los vientos por Elena. Ella tenía la ventaja de ser muy guapa. Sin
embargo, ambos no estaban en la misma onda.
Carlos 1 aguantaba a Carlos 2, a su embriaguez, a sus sollozos, a su poesía y
al hecho de que él dormirá en el sofá cama.
Carlos 1 no tenía el coraje de cabrearse. Pero, poco à poco, se despertó y la
situación empezó a cambiar.
Él no quería oír una vez más «tenemos que hablar» porque sabía que sería una
pérdida de tiempo.
Un día de madrugada, Carlos decidió pedirle a Elena que se fuera, que
abandonara la partida y el piso, que al fin y al cabo era suyo.
Sorprendentemente Elena no dijo nada y salió. Se fue sin hablar.
Carlos 2 seguía durmiendo. Mientras tanto, Carlos 1 preparó el almuerzo en la
cocina, cantando. Se sentía tenue.
Cuando Carlos 2 se despertó, parecía un poquito desconcertado. Le gustó mucho
lo que Carlos1 había preparado.
Fue un viaje de sabores que era como un poema. Después de algunas semanas, el piso se transformó en un lugar estimulante, feliz.
Los dos Carlos hablaban mucho y se reían mucho también.
Carlos 1 aprendió un poco de poesía y Carlos 2 bebía cada vez menos.
Encontraron un equilibrio y no mencionaron más a Elena.
Vivieron felices y nunca tuvieron.......hijos.
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