miércoles, 6 de mayo de 2020

Costurera por necesidad

¡217° día de reclusión! Parecen como conventos nuestras casas, nuestros pisos. Dos días más para exceder la duración del confinamiento durante la gran peste de 1347. Las primeras semanas habían sido casi excitantes tanto fue necesario reinventarse nuestra vida cotidiana por cien ideas originales, mil cosas inéditas para sustituir las actividades habituales ahora inaccesibles.

Pero desde hace cinco meses había reaparecido una rutina aburrida: levantarse, comer, beber, dormir. También la fuente de la imaginación era confinada. El gobierno hizo obligatorio el uso de la mascarilla en las calles en las que mucha gente escupía a todos los vientos. Por esta razón los ánimos se caldeaban pronto.

Entonces Magdalena, mi esposa, inició coser mascarillas de protección facial. Subió al ático para buscar su vieja máquina de costura Singer, pues se instaló.

Coma era la primera vez que tenía que hacer un tal trabajo, buscó patrones por Internet. Aquí tuvo muchas opciones entre los modelos propuestos por:

-       El Ministerio de la Salud.
-       El hospital de La Merced.
-       La Municipalidad de Venecia.
-       Un club de buceo de Niza.
-       El sindicato patronal del burka.
-       Una asociación de aficionados de Zorro.
-       La Compañía nacional de gas.

Después de vacilar, Magdalena optó finalmente por dos modelos de mascarillas: un de calavera y un otro de lucha libre.

JJ Pellegrin

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