lunes, 19 de noviembre de 2018

Los "Aficionados del martes" proponen un final diferente para el relato "Sábado de gloria"


Con relación al relato “Sábado de gloria“ de Mario Benedetti cada uno de nosotros tenía que imaginar un final diferente empleando el mayor número posible de las palabras propuestas y aquí están las realizaciones:

A Miguelita el ejercicio no la inspira pero nos dice lo que piensa en el relato:

"Sábado de gloria" de Mario Benedetti es la historia de veinticuatro horas de un hombre que pierde brutalmente a su esposa un sábado.
La vida cotidiana de este hombre es tristemente común y de una rutina abrumadora: el trabajo ocupa mucho espacio, los pasatiempos son monótonos, la relación con su esposa sin sorpresa.
Hasta la pequeña discusión entre ellos es sin consecuencia.
Ningún gran proyecto, ningunas grandes conversaciones, una vida cotidiana llena de pequeños gestos, pequeños hábitos, pequeños miedos... hasta que el dolor y el enfoque de la muerte cambian totalmente la mirada del hombre sobre su vida.
La vida monótona de la pareja se describe en detalle, luego el tiempo aumenta a medida que el dolor avanza hasta la muerte.
Entonces surgen preguntas esenciales: la cuestión de la existencia de un poder superior capaz de cambiar el curso de los acontecimientos; la necesidad urgente de crear un rico y alegre futuro con comidas familiares, con momentos felices de risa y compartir, e incluso con el proyecto de tener hijos, un nuevo proyecto que parece que la pareja nunca ha mencionado.
A través de este texto, el autor ofrece una reflexión sobre la vida: cuando el dolor y la muerte están ahí, es demasiado tarde para cambiar nuestra perspectiva en nuestra vida cotidiana.

André propone:

De repente sentí manos que me acariciaban. Me desperté para constatar lo que había divisado en mis sueños: la cirugía había conseguido un éxito total. Podía mirar el rostro de mi esposa: las ojeras habían desaparecido, el dolor parecía aguantable. Tuve ganas de abrazarla, y quise volver a casa para compartir una nueva vida sin preocuparnos del médico. Teníamos que  relajarnos, que dejar de trabajar sin descanso. Yo nos veía animándonos a arrepentirnos. Terminado de discutir. Así pues la ora presente debía ser la de los ramos de flores, de planear hijos. La ternura me inundaba…
Sin embargo tuve una duda. Me pregunté si fuese posible que este horrible sábado se acabase por una dicha inesperada, como en las novelas baratas...

Pero si, a veces la vida nos hace regalos: estábamos bien vivos  los dos. La buena suerte había llovido a cántaros para nosotros.

La propuesta de Bernadette:

Finalmente, Gloria no se murió… El cirujano me dijo que no estaba tan grave que lo había pensado. Así me senté mejor para verla. Cuando entré en su habitación, vi que su rostro estaba más bello, sus ojeras alrededor sus ojos han desaparecido: ella respiraba bien, con tranquilidad. Me parecí que no le dolía más, y que su dolor estaba ahora aguantable. La cirugía había sido con éxito. Luego, el médico  que estaba al lado de su cama, me dijo que gloria tenía que cuidarse y relajarse. Me dijo también que convendría que Gloria deje su trabajo al menos un mes, para descansar.
De repente, cuando discutimos, se despertó; giró su rostro y me miró sonriendo. Me dio su mano que acaricié con delicadeza. Podía mirarla de nuevo con ternura, sin miedo como antes de su operación: estábamos muy feliz. Le dije que iba a preparar su salida del hospital y su vuelta a casa.
El día siguiente, cuando llegó en nuestra casa, había preparado su regreso; había comprado flores de color amarillo y rojo como el sol. Les puse en un florero al lado de su cama, para animar la decoración… compré otros regalos para ella; pasteles que le gustan mucho, libros que tenía ganas de leer antes su operación; pero, el mejor fue cuando lo dije que podríamos pensar en los hijos que nos gustaría tener el año próximo; su respuesta fue inmediata: me respondió que sería el más bonito regalo de su vida…

Lo que propone Santiago:

De repente una voz me despertó, yo estaba sentado en un sillón en la sala de espera del sanatorio, delante de mí el médico estaba mirándome y me preguntó con una sonrisa: ¿Usted ha descansado bien?, le respondí que sí, ¡Perfecto!, todo ha ido bien, no necesitó cirugía, el parto fue un éxito, su esposa y su hijo le esperan… poco a poco mi pesadilla se borraba para hacerse un sueño… me levanté y me dirigí como un autómata hacia la salita, todo en mi cabeza se mezclaba…
Abrí lentamente la puerta, entré y vi el rostro iluminado de Gloria que con sus ojos me mostraba la cuna, me acercaba para descubrir “el bello regalo” que dormía respirando con tranquilidad. Fui a abrazar y acariciar a Gloria con ternura, ahora somos tres que vamos a compartir la vida…


Me quedé un buen momento a relajarme a tratar de arreglar el todo en mi cabeza, yo realizaba que ahora tenía que cuidar a la pequeña familia y animarme para preparar el regreso a casa, decorarla con flores, por fin transformarla en un pequeño nido de amor…

También Anyvonne hizo su propuesta:

Eran las once y media y vi que ella respiraba con mucha tranquilidad. Sus ojos estaban cerrados pero el dolor parecía aguantable, menos fuerte. Miré su rostro y no podía dejar de mirarla: la encontré realmente bella.
Acaricié sus manos y me dormí: un descanso sin sueños.
Por la mañana, el médico entró, y me dijo de relajarme porque ella se sentía mejor, y que era importante de cuidarla mucho cuando volveríamos a casa.
Me arrepentí y miré a mi esposa con ternura...
Decidí de volver a casa para preparar una comida rica, y poner la mesa  con  decoraciones y regalos.
Y me puse a pensar que en el futuro tendríamos dos hijos, que iríamos de vacaciones a Paris... y tantas otras cosas maravillosas…
Por la tarde, regresé al hospital con un ramo de flores.
Cuando entré en su habitación, ella estaba despierta pero cansada, con ojeras negras, pero consciente. Ella me miraba bondadosa, pero cuando quise abrazarla con ternura, ella se puso a gritar y de repente, me di cuenta que ella no me había reconocido…

Ahora es María que propone otro fin:

«Es peritonitis» dijo el cirujano « su mujer necesita ser operada urgentemente y debo decirle que el éxito de la cirugía no es cierto, el riesgo de perder la vida es de uno por tres ».
Al oír el médico, sentí de repente un dolor inmenso y me dio ganas de gritar y llorar cuando escuche una voz profunda y misteriosa «¡No pierdas confianza, animate, Gloria no morirá ¡Créeme!»
Entré a la habitación: Gloria tenía los ojos cerrados, inconsciente. Le cogí las manos delicadamente y la acaricié antes de que se la llevaran al quirófano.
La misteriosa voz seguía en mi «¡No te preocupes, Gloria volverá a casa. ¡Créeme!»
Sin pensar, salí a comprar las flores preferidas de Gloria para la decoración de la habitación.
Gloria regresó del quirófano, respiraba con tranquilidad, mire la expresión de su rostro: a pesar de que la palidez de la cara no había desaparecido y que sus ojeras quedaban pronunciadas, la vi bella como nunca, estaba salva. Sus ojos me sonreían, la abrasé con ternura.
Ahora podía relajarme. Tras un par de semanas de descanso, recuperará completamente. ¡Una nueva vida que compartir y nuestros sueños de hijos que realizar!

Por supuesto, Jean-Jacques hizo su propuesta:

De repente me desperté y sentí su presencia. La silueta de Gloria se perfilaba en la penumbra de la habitación. Me miraba, los ojos entreabiertos y las manos sobre su rostro. ¡Como era bella!, a pesar de sus ojeras, con su pelo rubio recayendo en rizos.
Su dolor había desaparecido. Respiraba regularmente. El espacio era imbuido de su tranquilidad. Hubo un éxito de la cirugía: este médico era un artista. ¿Quién sabe si también mis sueños no le habían sido saludables?
Ahora después esta severa prueba todo me parecía aguantable. Le abracé con cariño y le dije:” ¿mi amor no tienes ganas de volver a casa, de dejar de trabajar, de hacer un largo descanso, de relajarte?
Le animé, luego me arrepentí de mis alusiones dudosas a Margaret Sullavan.
“Preparate ver tu casa con una decoración preciosa, una casa llena de flores y de regalos ofrecidos por nuestros amables hijos como muestra de su ternura”.
Me sonrió Gloria y me acarició la mejilla con una mano todavía temblorosa. Por fin añadió:” Mi amor es ahora el momento de dejar de discutir, ¿no es así?” 

Para acabar, la de María Clara:

De repente sonaron las doce...
Las doce, hora de verdad.
Hora del día siguiente.
Hora de todos los sueños posibles. Hora de ganas...
¡Mañana será otro día!
Lo espero.

Como lo dijo el médico: "¡Mañana lo sabremos mejor!"


Y, YO, sabía... la sopita... a las once... la había bebido por entero.

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