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El sapo de piedra (Pasco)
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En un pueblecito de Pasco habitaba cierta anciana que cosechaba las mejores y más grandes papas de la población.
Era en época de la cosecha y la vieja estaba muy contenta, porque sabía que era la única que iba a obtener mayor cantidad de papas. La cosecha del primer día la tenía almacenada en un rincón de la casa, en su chacra. Entonces, sin que ella lo esperara ni soñara, y aprovechando de la luz de la Luna, un sapo enorme y atrevido fuese donde estaban arrinconadas las deliciosas papas. Escogió la mejor que había, una muy grande y arenosa, y se puso en seguida a comerla.
Cuando el sapo había comido ya más o menos la mitad de la papa, la vieja, que estaba durmiendo, se despertó, y levantándose fue a ver lo que ocurría. Al divisar que alguien arruinaba sus papas, se acercó, y viendo de lo que se trataba, como era medio bruja, le echó al sapo una maldición, diciéndole que se convirtiera en una piedra. Acto seguido, oyose un estruendo feroz, se desencadenó una terrible tempestad de viento, que arrancaba los árboles de sus raíces, y en general causaba mil estragos.
Uno de esos vientos se llevó consigo al pobre sapo, quien fue volando primero muchos kilómetros, hasta que se quedó colgado en lo más alto de una inmensa peña. Cuando después se vio al sapo, se constató que en realidad se había convertido en piedra; pues hasta hoy se lo puede ver en ese lugar.
La Tortuga y el Zorro
Un día había salido la tortuga de visita a sus familiares y en el camino se encontró con el zorro.
El zorro le dijo a la tortuga:
—¿Es verdad que usted puede aguantar el hambre durante mucho tiempo?
La tortuga le contestó que podía vivir sin comer hasta dos meses, a lo que el zorro le dijo que él podía hacerlo hasta tres meses.
Entonces hicieron una apuesta para ver quién podía resistir más.
Primero, el zorro le dijo a la tortuga que entrara a un hueco, según el trato, hasta que madurara el fruto de tamamuri.
La tortuga convino y se metió en el hueco. Así pasaba las semanas sin morirse. El zorro, aunque era tiempo de tamamuri, no lo abrió, sino que lo hizo cuando pasó su tiempo.
Saliendo del hueco, la tortuga no dijo nada.
Luego le tocó el turno al zorro y entró al hueco para pasar su prueba.
La tortuga le dijo al zorro que lo abriera cuando la gallina revienta los huevos y crecen los pollitos.
Transcurridos los tres días, la tortuga fue a ver al zorro y le llamó:
—Compadre zorro, compadre zorro...— pero éste no le contestó.
Entonces la tortuga abrió el hueco, miró dentro y se sorprendió de que el zorro ya estuviera muerto. No aguantó ni una semana. La tortuga ganó la competencia porque comía tierra. Y el zorro murió por zonzo.
Tomado de El origen de la Cultura Shipibo, WAA, s/edit. Ucayali, 1998.
Tamamuri, es un árbol con propiedades medicinales que puede lograr una altura de hasta 25 metros. Este árbol exuda látex a través de su corteza, y es considerado como especie afrodisíaca. Tiene una larga historia de uso entre los indígenas de la Amazonia como un remedio para la úlcera gástrica por H. pylori y los problemas gastrointestinales, para infecciones por levaduras y hongos, y, como un analgésico general para reumatismos, artritis, dolor de cabeza, dolor muscular, y como anti-inflamatoria.(Extraído de EcuRed).
La Tortuga
Cierta vez, en un festín de los dioses, hizo falta la comida y no era asunto fácil conseguirla. La tortuga —una antigua deidad vinculada particularmente con la fiesta— se había encargado de preparar el festín y sobre ella recayeron, naturalmente, los más severos reproches y castigos. Todos los dioses se dirigieron a ella pidiéndole explicaciones y alimentos, pero ni una ni otros pudieron ser ofrecidos.
La severa reprimenda de los dioses y la honda desesperación de la tortuga hicieron que ésta se sacrificara así misma, en tributo del hambre padecido por sus congéneres del cielo. Y así, mediante un acto de magia, el dios se convirtió en animal y se dejó comer. Más, para que todos los dioses pudieran disfrutar de su alimento predilecto, hizo que su carne fuese igual a la de varios animales, lista para ser comida y para los diferentes gustos de cada uno de los dioses. Por esta razón, la carne de tortuga presenta ahora diferentes aspectos, colores, y sabores, puesto que su carne parece estar formada por de gallina, cerdo y pescado.
Los dioses asistentes a la fiesta, para no sufrir otra vez, en algún nuevo banquete, las molestias del hambre y la demora —y también para castigarla— desterraron a la tortuga del cielo; le dieron por atributo la pereza, en castigo por su imprevisión, e hicieron que pudiera estar sin comer durante mucho tiempo para que no olvidara la falta cometida. Por último, a fin de que su carne no fuera codiciada en algún otro banquete de dioses, le pusieron una coraza del todo invulnerable.
Sin embargo, no dejaron de admitir su sacrificio en beneficio de ellos y por esto le permitieron que siguiera dando las mismas carnes diferentes que les había ofrecido a ellos en su mágico festín, realizando el milagro pues era un dios, de poseer la carne del animal que vuela, del animal que corre y del animal que nada, como símbolo de los tres elementos que componen el mundo: el aire, la tierra y el agua.
Extraído de: Augusto D. León Barandiarán: Mitos, Leyendas y tradiciones lambayecanas. Lima s/f.
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