Otro mito María Lionza
Todo empezó al inicio del siglo 16 cuando después del
descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón otros navegantes acercaron la
costa caribeña en un lugar con viviendas construidas sobre pilotes de madera
por los indígenas y llamaron este lugar “Pequeña Venecia”.
En el mismo periodo en una de las tribus indígenas que
vivían cerca de la costa nació la chica de un cacique con ojos extraños y la
piel muy blanca la llamaron “Ojos de agua” parecía de un salud frágil aunque
estaba muy viva, se interesaba a todo y era la admiración de todos.
Por desgracia en su adolescencia, una enfermedad se la
llevó. Según la tradición su cuerpo fue extendido en una barca con flores y
víveres y cuando las condiciones estuvieron favorables la barca fue lanzada al
mar para que la princesa fuera al paraíso que los indígenas imaginaban al otro
lado del mar.
El tiempo pasaba con tristeza para el cacique que a menudo se
dirigía a la playa y miraba el horizonte hasta este día cuando una barca se
acercó a la playa y que en la cual vio la silueta de una mujer, de pronto
pensaba en su hija… ¿Jemanjá la diosa del mar la habría reenviado su hija viva?
No pudo que sonreír y abrir los brazos, como todos los indígenas de la tribu que
se precipitaron para acogerla, ella, sobreviviente del naufragio de un barco
español se llamaba María y también tuvo la impresión de llegar en otro mundo. En el
pueblo fue la fiesta, rápidamente los hombres construyeron un trono para que la
princesa que regresó del otro Mundo por el mar pueda acoger y escuchar todos
los que quisieran.
Poco a poco la fama de la nueva diosa María de la tribu
Lionza se extendió por todas partes en la “Pequeña Venecia” gracias a su
conocimiento de la cultura hispánica, de las otras que aprendió recibiendo los
caciques de otras tribus y además su belleza contribuyeron a hacer que desde
entonces nació el mito María Lionza
(Por supuesto todo es pura imaginación)
Santi
La leyenda que murió antes de
nacer
Aikan nació en el Gran Norte, dónde la tierra siempre es helada y cubierta
de una capa tan espesa de nieve que incluso en el corazón del verano, el fondo
del aire queda frío. Hija de pescador de un pequeño pueblo esquimal, Aikan era una
joven chica diferente: era soñadora y contemplativa.
Le gustaba el invierno pasear sobre los lagos helados. Caminaba hasta el
inicio de la primavera.
Todos le repetían el peligro que representaban estos paseos. Pero Aikan no
quería oír nada. No necesitó allí presagio para adivinar que un accidente
llegaría. Lo que debía llegar llegó. Un día, de pronto, el hielo rompió y Aikan
desapareció bajo la capa de hielo espesa.
En este instante, de pronto, un remolino celestial formó en el hoyo de
hielo. Apareció una foca blanca, enorme y poderosa que llevó a la chica hasta
el borde del lago y desapareció en el hoyo de hielo. La pobre chica temblaba,
tosía y tenía dolor de respirar. Entonces, un viento caliente milagroso recalentó a la
joven chica y secó su ropa.
Cuando Aikan encontró fuerzas, volvió a su casa todavía temblorosa de miedo.
Ella contó su historia: el rompimiento del hielo, el remolino, la foca, el
viento caliente, todo el milagro… pero
nadie le creyó.
Aunque hubiera todos ingredientes para que nasciera una buena leyenda, no
pasó nada…
excepto que Aikan no ha sido autorizada más a pasearse en el hielo.
Al
contrario del mito prehispánico de María Lionza, la princesa indígena de
Yaracuy, hija del Cacique, no nació ningún culto, ninguna
religión, ninguna devoción de la historia de Aikan.
¿Por qué? Posiblemente porque una chica de pescador no es
una princesa, una foca no es una serpiente, un lago helado no es una laguna, el
gran norte no es América del sur y un salvamento misterioso no es una
desaparición… Aikan sobrevivió, asimismo perdió el derecho a hacerse leyenda!
Miguelita
María Lionza, Medusa de la montaña de Sorte
Era un día cuando se había
extraviado en una sierra cerca de Yaracuy un grupo de los Aficionados del
Martes viajando en Venezuela. Al buscar de su camino, cruzaron un hombre con un
porte como real que les ofreció su ayuda.
Se presentó como Guacaduro
cacique de la tribu de los Marikitare, pues se informó sobre el motivo de su
viaje en el país de la revolución bolivariana. Santiago, el jefe carismático
del grupo, explicó que el proyecto era la investigación de los ritos
prehispánicos locales.
Entonces les invitó el cacique
a venir en el pueblo de su tribu. Aquí todos se sentaron alrededor un asado de
tapir para escuchar a Guacaduro. Este narró la leyenda de María Lionza,
princesa indígena de gran renombre.
María Lionza descendía de buena
cuna, la de Adán y Eva, y toda su vida fue marcada por la señal de la
serpiente: no la serpiente de la Génesis, pero la que pertenece a la gran
familia de las diosas serpientes en esta parte del mundo.
Unos años antes había
perturbada la tribu por un presagio de que nacería una princesa con un grueso
cabello hecho de culebras y de la anaconda la gran serpiente de los Llanos. Añadió
el cacique que la figura de la serpiente está muy frecuente en muchos ritos
celestiales en los ancestros. Es un importante símbolo que representa el
nacimiento del universo asimismo el tiempo, y la eternidad. La encontramos en
los Aztecas con la serpiente con plumas que pedía sacrificios humanos para
mantener los movimientos diarios del sol; en la mitología peruana dónde Llapa
es la serpiente dios de la lluvia; como Chac en Bolivia. Los Tukanos de
Colombia adoraban a las dos serpientes que forman la Vía Láctea, la boa macho
para la parte estrellada, por tanto masculina, y la anaconda hembra que
simboliza la parte oscura, por tanto femenina.
En mi tribu, dijo el cacique,
boa y anaconda son dos hembras. La boa es hija del sol, la anaconda es reina de
las aguas. El destino de María Lionza estaba escrito: un día, la anaconda se enojará
y tiró a la princesa en una profunda laguna; Desde entonces el lago es su
residencia habitual, de dónde sale al caer la noche para buscar a su pitanza
hecha de capibaras y de jóvenes yacare y para beber agua del río. Así nació el
culto de María Lionza, diosa adorada por todas las tribus autóctonas.
Pero ya se cernía la amenaza de
una invasión extranjera y brutal. Gracias a sus dones adivinatorios percibía la
diosa un peligro y, de pronto, convocó una gran convención de las diosas
serpientes de todos los territorios precolombinos, invitando igualmente sus
primos de la orilla norte del Río Grande que se llamaban yanquis.
Este congreso tuvo una fuerte
repercusión puesto que fueron adoptadas todas las propuestas de María Lionza,
es decir:
Cada diosa serpiente fue
confirmada en su papel para la eternidad.
Los cultos politeístas de precolombinos
tendrían que quedarse tolerantes frente a la intolerancia difusa por las
religiones monoteístas a venir.
Aunque más tarde otros ritos, o
cultos animistas invadirían los países amerindios, las diosas serpientes
tendrían que mezclar astutamente sus prácticas a las de los invasores o de los
esclavos negros, para digerirlas, como la anaconda digiere su presa.
Y fue lo que ocurrió para
perdurar hoy en día.
Al término de su historia,
Guacaduro invitó a sus invitados a prodigar ofrendas al altar de María Lionza
Pues el grupo se despedirá a su ilustre huésped y se extasió: “¡Que buena
leyenda que nos cambia de las odas y otras calaveritas del martes!”
Jean-Jacques II
... continuará
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