Hacer
un crucero en el Antártico, no es un viaje ordinario. Hay que escoger un estilo
de crucero, o el crucero de lujo, o la búsqueda de algo más simple pero también
de más científico y técnico. Encontramos una compañía Noruega que perfectamente
correspondía a lo que pretendíamos. La encargada comenzó en París con el vuelo
hacia Buenos Aires dónde una noche estuvo prevista antes de ir a Ushuaia y
embarcar. El paso en Buenos Aires a la ida y a la vuelta fue la ocasión de ver
de nuevo: el barrio de la Boca, de la Recoleta pero también de visitar el
teatro Colón.
El
barco, el MS FRAM, era muy confortable y las salidas a tierra muy bien
organizadas, dos veces por día con pequeños barcos acondicionados y vestidos
técnicos. Encontramos una pareja oriunda de Barcelona, la mayoría de los participantes
estaba de Inglaterra, de los Estados Unidos o de Alemania. Así como éramos sólo
veinte franceses, las lenguas utilizadas cada día y para las conferencias eran
el inglés y el alemán, un buen ejercicio de revisión.
Hacen
falta dos días para hacer la travesía del Drake, luego comienza la navegación a
lo largo de la península Antárctica que es el prolongamiento geológico de la Cordillera
de los Andes. Es un viaje mágico. Los paisajes son diferentes de lo que se puede ver en los
reportajes. No es la banquisa bastante llana de los pingüinos emperadores. Hemos estado
sorprendidos, por las montañas por todos lados de nosotros y entre ellas glaciares
que van hasta el mar, por los icebergs y la banquisa agrietada o el banco de
hielo muy duro e imposible a atravesar con el barco, sobre todo al sur del Círculo
Polar Antártico. Le vimos a numerosos animales: los pingüinos a carrillera, los
pingüinos Papú al pico anaranjado, los pingüinos d’Adélie con blanco alrededor
del ojo, los elefantes de mar, las focas, los leones marinos, el leopardo del
mar, las ballenas a joroba, orcas, delfines así como aves: albatros, págalos, petreles.
Después
de una docena de días, admirando paisajes inmaculados, apreciando el silencio y
la pureza, fue un poco difícil de volver hacia los perjuicios de la ciudad.
Miguelita Kauffmann-Bohn
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