miércoles, 15 de marzo de 2017

Península Antártica



Hacer un crucero en el Antártico, no es un viaje ordinario. Hay que escoger un estilo de crucero, o el crucero de lujo, o la búsqueda de algo más simple pero también de más científico y técnico. Encontramos una compañía Noruega que perfectamente correspondía a lo que pretendíamos. La encargada comenzó en París con el vuelo hacia Buenos Aires dónde una noche estuvo prevista antes de ir a Ushuaia y embarcar. El paso en Buenos Aires a la ida y a la vuelta fue la ocasión de ver de nuevo: el barrio de la Boca, de la Recoleta pero también de visitar el teatro Colón.


El barco, el MS FRAM, era muy confortable y las salidas a tierra muy bien organizadas, dos veces por día con pequeños barcos acondicionados y vestidos técnicos. Encontramos una pareja oriunda de Barcelona, la mayoría de los participantes estaba de Inglaterra, de los Estados Unidos o de Alemania. Así como éramos sólo veinte franceses, las lenguas utilizadas cada día y para las conferencias eran el inglés y el alemán, un buen ejercicio de revisión.

Hacen falta dos días para hacer la travesía del Drake, luego comienza la navegación a lo largo de la península Antárctica que es el prolongamiento geológico de la Cordillera de los Andes. Es un viaje mágico. Los paisajes son diferentes de lo que se puede ver en los reportajes. No es la banquisa bastante llana de los  pingüinos emperadores. Hemos estado sorprendidos, por las montañas por todos lados de nosotros y entre ellas glaciares que van hasta el mar, por los icebergs y la banquisa agrietada o el banco de hielo muy duro e imposible a atravesar con el barco, sobre todo al sur del Círculo Polar Antártico. Le vimos a numerosos animales: los pingüinos a carrillera, los pingüinos Papú al pico anaranjado, los pingüinos d’Adélie con blanco alrededor del ojo, los elefantes de mar, las focas, los leones marinos, el leopardo del mar, las ballenas a joroba, orcas, delfines así como aves: albatros, págalos, petreles.










Después de una docena de días, admirando paisajes inmaculados, apreciando el silencio y la pureza, fue un poco difícil de volver hacia los perjuicios de la ciudad.
Miguelita Kauffmann-Bohn

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