domingo, 28 de febrero de 2021

¡Carlos, Carlos! Y comienzas a mirarme así...

Así se acaba el cuento “Las visitas” de Carlos Castán que estudiamos antes de las vacaciones.

Este relato nos sitúa en el Madrid de la época actual, aunque también nos ofrece, en los recuerdos de Infancia de uno de sus protagonistas, emotivas y plásticas descripciones de ambientes y lugares en parte ya desaparecidos. En este sentido, el relato contiene, al menos, una doble historia de amor: Madrid y Elena son, a partes ¡guales, los dos amores de Carlos, el protagonista y narrador. Por alguna extraña ra­zón, ambos están asociados en su mente: si consigue uno, también conseguirá el otro. Y es que Carlos reside en Tres Cantos una  ciudad dormitorio próxima a la capital. La muerte de su abuela le permitirá volver a una casa del centro de Madrid y “vivir", por fin, según dice. Además la nueva casa, más accesible, hará más fácil sus prometedo­res encuentros con Elena que tiene que elegir entre dos hombres que tienen el mismo nombre, Carlos, pero caracteres muy diferentes, casi opuestos … 

Resulta complicado resumir este cuento en pocas líneas para entender lo que hicieron los Aficionados, es decir escribir la continuación de la historia.


Aquí están las propuestas:

La de Jean-Jacques: "Elena, una devoradora de hombres"

Elena y yo estamos separados desde hace un año. La había dejado a causa de esta vida juntos con ella y el otro Carlos. Nunca sabía si era el primero o segundo  en su corazón. “Jules et Jim”, está muy bien en el  cine, pero mucho menos en la vida.

Había curado las heridas de mi alma cuando, un día de julio, me encontré cara a cara con Carlos en la Glorieta de Bilbao.

Carlos me dijo: “ya no estoy más con Elena; no podía soportar las fragancias repugnantes de sus palitos de incienso”.

El momento se disipó mi celo y le invité a tomar algo en una terraza cercana. De pronto me dijo:"¡Mira Carlos, es Elena con los dos hombres en la terraza!”

Al vernos Elena sonrió después nos presentó sus dos compañeros, “aquí están Carlos y Carlos”.

Pocos minutos más tarde en nuestra mesa, susurré al oído de Carlos: “Te apuesto que se llamará Carlos Quinto el siguiente  amante  de Elena”. “Es una apuesta muy fácil” -me respondió Carlos-.

Otra de Danièle:

Y sigues mirarme así. Y me siento cada vez más feliz cuando me miras. Y cada vez más creo que estoy a punto de tomar cartas en el asunto y que, por fin, me quedaré a solas contigo, que el tocayo va a desaparecer definitivamente.

Pero, pero esa vida de poeta incomprendido, que me hace tan interesante para ti, no tengo dudo en mi fuero interno de que no me cae bien. Temo estar dándome un batacazo con todo esto que no me corresponde.

Además, esa vida se llenó de varios encuentros agradables, aunque no sean Elena. Y estoy hasta la coronilla de mis trayectos Madrid - Tres Cantos.

Así que, cogiendo el toro por los cuernos, digo a Elena “Tenemos que hablar”. Y le decía que tengo que recuperar el piso y que, si quiere, ella pueda mudarse a Tres Cantos que corresponde perfectamente a su sueño de solitud. 

Claro, no fue una balsa de aceite, pero por primera vez quería llevar eso a cabo y aunque me costó mucho, salí adelante.

Otra propoción, la de Miguelita: Esta mirada…

Esta mirada que tanto me hacia sufrir cuando se dirigía al otro Carlos, lo intruso, ahora tan inocente e indefenso con su pijama y sus ojos soñolientos.

Esta mirada me golpeo en el corazón y desencadeno una profunda ira, un tsunami que me arrastro hacia otro yo mismo.

Me vi gritando palabras absurdas y llorando como una fuente, me tiré al piso y me arrastré por el apartamento. Derribé sillas, mesas y estantes; libros, vasos y botellas se cayeron, en un instante, el salón estuvo patas arriba, y yo, gritando, llorando… para finalmente acurrucarme en el suelo contra la pared.

Elena había rápidamente cerrado la puerta detrás de mí, disculpándose con los vecinos, prometiendo que todo estaría bien… y trató de calmarme, con dulces palabras y su cálida voz. Me trajo un vaso de agua, tomo mi mano, preguntándome que había bebido, que había fumado, donde había estado, porque estaba en ese estado… Pero las palabras me fallaron, el aire me falto, el mundo giraba a mi alrededor y caí en un letargo sin fin.

Elena fue a buscar una almohada y una manta y mientras explicaba a mi tocayo que no podía quedarme sola en este estado, me acomodo en el sofá donde finalmente encontré refugio y algo de paz: caí en un sueño profundo.

Me desperté al día siguiente con susurros de mi tocayo protestando que era absurdo, que esta situación era insoportable, no podía durar, y Elena respondió que no podía abandonarme, que yo había bebido hasta el agua de las flores, que ciertamente, estaba enfrentando graves problemas, que era una cuestión de humanidad… Y ella le pedía que por favor saliera del apartamento unos días, unas semanas tal vez, mientras yo sanaba.

Carlos gemía mientras recogía sus cosas. Cuando paso cerca de mí, nos miramos; dentro de sus ojos, no vi rabia o deseo, pero simplemente el dolor del amor perdido.

Carlos se fue. Y yo cerré mis ojos para recordar indefinidamente la mirada de Elena, orando para que el tiempo se detuviere para siempre…

Además, la propuesta de Elyane:

Al principio Carlos 1 consideraba a Elena como La Niña de sus ojos.
Bebía los vientos por Elena. Ella tenía la ventaja de ser muy guapa. Sin embargo, ambos no estaban en la misma onda.
Carlos 1 aguantaba a Carlos 2, a su embriaguez, a sus sollozos, a su poesía y al hecho de que él dormirá en el sofá cama.
Carlos 1 no tenía el coraje de cabrearse. Pero, poco à poco, se despertó y la situación empezó a cambiar.
Él no quería oír una vez más «tenemos que hablar» porque sabía que sería una pérdida de tiempo.
Un día de madrugada, Carlos decidió pedirle a Elena que se fuera, que abandonara la partida y el piso, que al fin y al cabo era suyo.
Sorprendentemente Elena no dijo nada y salió. Se fue sin hablar.
Carlos 2 seguía durmiendo. Mientras tanto, Carlos 1 preparó el almuerzo en la cocina, cantando. Se sentía tenue.
Cuando Carlos 2 se despertó, parecía un poquito desconcertado. Le gustó mucho lo que Carlos1 había preparado.


Fue un viaje de sabores que era como un poema. Después de algunas semanas, el piso se transformó en un lugar estimulante, feliz.
Los dos Carlos hablaban mucho y se reían mucho también.
Carlos 1 aprendió un poco de poesía y Carlos 2 bebía cada vez menos.
Encontraron un equilibrio y no mencionaron más a Elena.
Vivieron felices y nunca tuvieron.......hijos.


Para ver las siguientes propuestas, pinchar aquí

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