Para terminar con los cuentos aquí están los que faltaban.
La Colilla
Ups, aquí estoy sacudido por las olas, ¡es una tormenta! ¡Me duele el corazón! Yo, que estaba feliz de hacer un gran viaje… ¿qué será de mí después? ¡Quizás acabo de llegar al final de mi vida!
Hay que decir que he vivido toda una vida... aquí estoy lejos de mi Isère natal, de los campos donde crecí, de los secaderos de la “Dauphinoise” donde desarrollé mis aromas, parece que soy de “Virginia” con aromas a tabaco rubio, tras una cuidadosa recolección a mano, contada hoja por hoja y enumerada en un gran libro. Luego me enviaron a Dordoña, donde me compararon, pesaron y luego cortaron con varias otras hojas de las pocas plantaciones de tabaco todavía autorizadas en Francia. Soy francés, sí, y “local”, ya que me acaban de poner en un paquete a granel… ¡y lo vendieron casi en el acto!
Gracias a lo cual frecuentaba bares, veladas interminables, podía escuchar las discusiones sin rabo ni cabeza llamadas "bistro", vibrar al son de una música llamada "metal" o "hard rock" en compañía de otras olorosas. hierbas, Yerba, la llamaban. Me hice amigo de los filtros con los que a veces me engañaban. Dijeron que estaba feliz de ser el fiel compañero durante tantos días, incluso si mi padre (?), dueño (?) a veces se permitía alimentar un dispositivo sospechoso, provocando un pequeño ruido de vapor. Vapeaba de vez en cuando...
Y luego llegó al fondo del paquete, lió su último cigarrillo, con filtro, dijo “¡este es el último, te lo juro!”» ¡dio dos o tres caladas y nos tiró al suelo! Un poco aplastado, rodé hasta los pies de un tipo gracioso que se agachó y me levantó, puso la comisura de sus labios y me dijo “¡Oh, ¡qué buena eres! ¡Qué sabor a vainilla! qué placer!» Nunca había recibido tantos elogios, me hubiera gustado que duraran una y otra vez.
Desgraciadamente esto no duró mucho, me encontré con el filtro y nos encontramos en la cuneta de la ciudad. Después de una noche fría, fuimos empujados hacia un agujero negro por una escoba brutal (sí, todavía existe), con otras “colillas”, ¡así nos llaman!
Comenzó un gran viaje maloliente, yo que soy tan sensible a los olores, arrojado en un jugo negro y frío, empujado a las alcantarillas, arrastrado y desmenuzado en parrillas, perdí a mi hermano el "filtro" y me desintegré en los decantadores de tratamiento de agua... Luego recuperé tantas moléculas de tabaco como pude y me reconstruí un poco para descender tranquilamente el río que luego me dio la bienvenida.
Estaba bien, aunque tenía que evitar ser tragado por peces, patos, ranas, el paisaje pasaba ante mí, campos, montañas, pueblos, ¡ah, he visto algo del campo!
Finalmente terminé en una playa… hora de secarme y recuperar algo de mi característico olor a “Virginia” y listo, la marea (eso fue lo que entendí, entre los gritos de los niños) ¡me llevó ganada!
Entonces aquí estoy en esta inmensidad, perdido, ¿dónde me encontraré? ¡Oh no! Hay un gran pájaro blanco que viene hacia mí, ¡ayuda!
Isabelle Rechatin
La banda
Al salir del colegio, el jefe decide que necesitamos apodos, nombres de batallas, que una verdadera banda que se respete, no está compuesta de "Pedro, Pablo o Santiago...” Yo me pregunto de qué batallas se trata, ya que nuestra “banda” se contenta con deambular por las calles del pueblo con aires de mafiosos, saliendo pitando después de tocar al timbre de las puertas, volcando los cubos de basura, haciendo ladrar los perros y molestando a las chicas…
Además, solo hay una banda en nuestro pueblo, así que no veo muy bien cómo podrían haber batallas, pero este tipo de lógica obvia no llega a los jefecillos locales.
Ojo, esto me basta ampliamente... Soy lo contrario de un guerrero. Lo mío es leer, son las novelas, las aventuras que devoro en casa, tranquilo, acostado en mi cama. Mi sueño es que me dejen en paz… pero no se puede escapar de la banda sin convertirse en el hazmerreír y el chivo expiatorio del pueblo. Entonces, me abstengo de discutir. Como siempre.
Así que nos reunimos en la plaza, cavilando para encontrar un nombre a cada uno.
No es complicado para Diego, que es tan flaco, "Palito", ni para Enzo que nos saca al menos una cabeza a todos, (¡incluso al jefe!) "Percha". No muy original, ni muy glorioso… Mateo lo llamaremos "Peso Pesado" por razones obvias, el jefe sigue siendo "Jefe", no se discute con la jerarquía. Y así sucesivamente. Luego me toca a mí…
El jefe me mira directamente a los ojos, con esa mirada insolente, arrogante que hace su éxito entre los demás y que me paraliza desde siempre.
“¿Qué apodo le ponemos a nuestro Manuel?”
Todas los ojos se vuelven hacia mí... yo que siempre busco no llamar la atención precisamente, yo que hablo lo menos posible, yo que desearía tanto desaparecer bajo tierra sobre todo en este preciso momento.
"¿Qué tal “Cabeza”?" sugiere Paulo, que no soporta mi pasión por la lectura, que está siempre dispuesto a complacer al jefe, siempre el primero en inventar tonterías...y que por eso, acaba de ser bautizado " Flecha",
“Cabeza ¿Cómo? Porque su cabeza está vacía¡” dice el jefe
Ahahah…
Debo confesar que soy realmente banal, ni gordo, ni delgado, ni alto, ni pequeño, ni brillante, ni lento. Cuanto menos me hago notar, mejor me encuentro, imposible ser más discreto, experto para pasar desapercibido. Mientras surgen propuestas, cada una más estúpida que la otra, sueño con apodos halagadores: “Intelectual” hummmm "Invisible"¡no está mal! “Pensador” me gusta mucho "Sombra" aún mejor ”Sabio” ¿por qué no? “Poeta” bien…
Pero no voy a sugerirles, que encuentren solitos! Me quedo mudo y trato de transmitirles lo que estoy pensando.
En los labios del jefe, se dibuja una sonrisa malvada de mal agüero.
“¡Amigos! ¿Recordaís cómo nuestro Manuel fumó de maravillas su primer cigarrillo hace unos años?”
Sí, sí, todo el mundo lo recuerda, yo el primero... fue horroroso. Me puse enfermo como un perro, casi echo mis pulmones afuera, fue vergonzoso delante de los amigos. No traté de apagar el cigarrillo para no enfrentarme con el desprecio de la banda. Cuestión de amor propio. Así que sí, me lo fumé hasta el final, hasta la mismísima punta: un acto heroico, que me hizo vomitar toda la noche de regreso a casa y me dio asco para siempre.
Pero no veo la relación...
"¡Colilla", el jefe anuncia, “te llamaremos “Colilla” amigo!”
Las colillas, recuerdos
Mi padre era un campesino en Normandía. De mis primeros recuerdos, lo veo todavía una cedilla a la boca a pensar que fumaba únicamente un cigarrillo al día. Por supuesto en esta época no existe el filtro y mi padre hacia a mano sus cigarrillos o con una máquina que me parecía mágica: el tabaco de un lado, el papel del otro y hop el cigarrillo salía de la máquina.
Recuerdo también de este vago que vivía en una cueva de creta, no lejos de la granja de mis padres. De vez en cuando, le dábamos unas sobras o una porción de la comida para sobrevivir. Era un hombre muy amable, inofensivo. Amaba mucho los niños.
Estaba en la calle con él y lo vi recoger una colilla, une buena colilla que debía medir un medio cigarrillo. Lo vi sacar su mechero y terminarlo. Cuando se lo conté a mi madre, me dijo que no estaba bien, que, si encontrabas algo en la calle, no se recogía porque la persona podía tener una enfermedad muy grave.
Algunos años después cuando tuve 12 o 13 años, sabía sumar, multiplicar y dividir, recuerdo de un acertijo matemático que voy a contar:
“Con 3 colillas se puede hacer 1 cigarrillo, con 27 colillas cuantos cigarrillos se puede
hacer”
Sin reflexionar se dice 9 cigarrillos (27/3). ¡Pues no, es 13 cigarrillos! Porque con las colillas de los 9 cigarrillos se puede hacer 3 cigarrillos más, y con las 3 colillas des estes 3 cigarrillos un último cigarrillo. ¡Solo queda una colilla!
En aquellos años, en la granja, había grandes reuniones de familia con 20 personas o más para las comuniones, el fin de la cosecha del grano... Era una gran alegría para nosotros.
Los hombres fumaban mucho, a menudo dejaban las cedillas en un vaso. ¡El cenicero estaba demasiado lejos! Pero con mis 3 hermanas teníamos que lavar los platos, las cazuelas, los vasos. la fiesta estaba terminada… Y podíamos ver las cedillas por encima del agua, era repugnante.
Los años pasaron…
No voy a hablar de la contaminación de estas colillas. Pero tenemos que saber: el tabaco tarda 2 años para desaparecer y el filtro con sus productos químicos tóxicos 5 años.
Tengo una otra imagen. Estábamos a pie en el camino de Santiago en Francia en una ciudad cuyo nombre no recuerdo. Cerca de una boca a alcantarilla, donde cae el agua de la lluvia, había un panel donde estaba escrito: “aquí empieza el mar”. Estábamos frente un bar, a más de 200km del mar. Vimos algunas cedillas en el suelo. Sin dudo, estas cedillas si no se recogen, irán a los ríos y al mar. Qué desastre para los peces.
Voy a terminar con una nota optimista, ahora sabemos que fumar es peligroso para la salud, hay menos fumadores (entonces menos cedillas) que en los años 60. Pienso que muchos fumadores ya no sacan las cedillas al suelo y también se dan cuenta que tirar una cedilla por la ventana del coche puede provocar un incendio.
Un alumno que sigue la clase “español en viaje” con María L. M.
María nos dijo que podíamos hacer errores de ortografía. ¡Qué buena profesora!
Yves Tremblay
El último cuento contiene además un poema :
Rio de colillas
Estoy sentado en la terraza de un café, contemplo los magníficos Picos de Europa mientras espero a Maribel. Un poco más adelante, dos hombres ríen a carcajadas mientras piden otra copa de vino blanco. Parece que la risa es contagiosa. Hoy, no para mí, no estoy de humor. ¡Incluso diría que me molestan! El mayor fuma. Apuesto a que tirará la colilla al suelo.
Llega Maribel, tarde como siempre, y tan elegante como siempre.
—Hola Laura, ¿cómo estás?
Ella me besa, se sienta y frente a mis ojos de perro golpeado me dice:
— ¡No pareces estar en buena forma. ¿Todavía enojada con Esteban?
—Sí, volvimos a discutir. Sugerí que fuéramos al cine. Simplemente dijo “No quiero” y luego fue a abrir una cerveza. No le gustó cuando le dije que es un idiota egoísta que hace lo que le da la gana. ¡Ni siquiera respondió!
— Me pregunto qué ves en este chico. ¡Ni siquiera es guapo!
—Eso no me importa. Yo tampoco soy una belleza, pero qué quieres, lo pasamos muy bien, ¡no entiendo cómo llegamos hasta aquí!
Pedimos helados, la especialidad de este lugar, y hablamos de las próximas vacaciones, para distraernos. Bingo. Con un movimiento rápido, el otro imbécil arroja descuidadamente su colilla aún humeante al río cercano. Me levanto bruscamente, agarro un cenicero disponible y lo coloco con brusquedad sobre la mesa del fumador. Está a punto de insultarme pero se detiene espontáneamente ante mi mirada furiosa. Vuelvo con Maribel, sorprendida por esta actitud inusual. Ella se da cuenta de que realmente necesito relajarme y me sugiere que pase la velada en su casa e incluso que me quede a dormir. Ella insiste. Finalmente acepto y le advierto a Esteban vía mensaje de texto... luego apago mi teléfono. Nos vamos cogidas del brazo, riendo.
Estamos viendo una película de comedia cuando suena el teléfono de Maribel. Es Esteban, furioso, quien le pregunta si estoy en su casa. Ella responde afirmativamente, le sugiere que nos deje pasar una velada tranquila, cuelga y apaga el móvil.
Al día siguiente, cuando regreso al piso, tengo la desagradable sorpresa de encontrarlo desordenado. Incluso un cenicero caído sobre la alfombra. ¡Esto es demasiado ! Me esforcé mucho, soporté ceniceros llenos de colillas aún humeantes, respondí a sus besos de nicotina, yo que nunca he fumado. No puedo más.
Cuando llega a casa, le hablo del tema del tabaquismo y le pido que tenga cuidado. Su mirada me deja helada. Se burla de mí encendiendo dos cigarrillos a la vez y dice:
“Cigarrillos, no puedo ni quiero vivir sin ellos. Tú … ".
Salgo dando un portazo, llamo a Maribel y le explico que con Esteban se acabó ¡me tiró como tira la colilla una vez que se ha consumido el cigarro!
“¡Esas son buenas noticias, este idiota no te merece! », responde intentando animarme. Hablamos durante más de media hora.
Sabiendo que mañana se va a ir dos días, me quedo con mi amiga.
Al día siguiente vuelvo, empiezo a hacer las maletas y me acuesto. Logro quedarme dormido cuando el día comienza a amanecer. El timbre de mi teléfono me despierta. Es Maribel quien me manda un Whatsapp:
“Acabo de encontrar este gran poema Rio de colillas. ¡Envíaselo con un pequeño comentario salado! jajaja».
Hago clic en el enlace :
Rio de colillas
¡ No puedes pensar
Sin encender un cigarrillo!
¡ No puedes concentrar
Sin fumar un cigarrillo!
Tus argumentos son vagos
Vagos y tóxicos
Estas jugando con tu salud
Eres tóxico para nuestra salud.
Haces círculos con el humo
Flamenco efímero
Ronda romántica
Pero la continuación es terrorífica :
Diarrea de colilla
Con filtro o sin filtro
Dirigiéndose hacia el mar
Uniéndose a la contaminación
¡Y tal vez viva más que tú !
Anónimo
Lo leo varias veces y me rio imaginando a Esteban en este aluvión de colillas. Lástima que no sepa dibujar, lo caricaturizaría flotando en esta diarrea.
Paso tres horas haciendo las maletas mientras busco una conclusión para este poema.
Finalmente opto por :
“nuestra relación se esfuma. ¡Deberías estar feliz!
Quédate en tu contaminación, necesito aire. Adiós ».
Luego salgo de este apartamento sin arrepentirme, más aliviada de lo que hubiera pensado.
Denis Beaudoin
No hay comentarios:
Publicar un comentario