Desde muy
joven, Martín Chirino vivió en el ambiente de los astilleros de su padre.
Pasaba horas a mirar a los obreros trabajando el hierro en las grandes forjas.
Se sorprendía
de que los cargueros de su padre, esos monstruos de hierro, pudieran flotar y
ser tan ligeros como aves. Su padre le había ofrecido unas naves de juguete
cuyas las que le gustaban más eran impulsadas por una hélice accionada por un
resorte que el niño apretaba con una llave.
A sus seis
años, su padre finalizaba la construcción de un gran carguero que hacía el
orgullo de los astilleros. Debía ser estrenado el quince de agosto, en
presencia de la prensa, periodistas y fotógrafos. Pero, una quincena antes,
hubo huelgas en las refinerías por causa de exigencias sobre los salarios y las
cubas no pudieron llenarse a tiempo. Así, la inauguración se veía comprometida,
a menos que hubiera un milagro.
Durante la
noche anterior al día fatídico, el joven Martin tuvo pesadillas. De repente hubo
la visita del diablo.
Este le dijo: «Puedo
ayudarte y construir un mecanismo que permitirá al carguero de tu padre
abandonar el astillero y desfilar en el puerto para la inauguración. Voy a
equiparlo con un sistema comparable al de tus barcos miniatura. Pero tienes que
prometerme honrar este sistema toda tu vida y llevarlo al más alto nivel del
arte». Y Martín lo prometió. Inmediatamente, el diablo llamó a su ejercito de
diablillos que se pusieron a transportar railes de ferrocarriles en las forjas
de los astilleros y comenzaron a forjarlos para hacer un gigante resorte. Este
será la fuente de energía para el carguero de tu padre. «Pero necesitaremos una
llave enorme para apretar el resorte, dijo el niño». No te molestes para eso;
tengo el poder de apretar el resorte sin llave y proporcionarlo la energía
necesaria para accionar la hélice del barco durante una semana… pero no olvides
tu promesa.»
Un alboroto
repentino despertó poco a poco al joven mientras que la imagen del diablo se
desvanecía. El joven Martín comprendió que la inauguración había tenido lugar y
que el diablo había bien cumplido su obra sobre el carguero de su padre.
Su padre a
quien había contado su sueño no le enseñó el artículo del diario donde se decía
que acuerdos habían permitido terminar la huelga, que el abastecimiento de los
tanques del barco se había podido hacer durante la noche, lo que hizo posible
la inauguración al día y a la hora prevista.
José
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