Hola todos,
Ha sido un gran placer volver
a encontrarnos esta mañana a pesar de algunas ausencias.
La presentación de los textos
relativos a los trenes permitió descubrir varios enfoques que van desde los
hechos reales, a veces dramáticos, a las experiencias de la infancia, de la
vida, pero también a las emociones que cada uno ha podido sentir durante los
viajes.
Para la próxima semana,
tenemos el cuento de la “Botella de Chicha” para estudiar con los ejercicios.
Para las semanas siguientes,
después de haber visto la película «Argentina 1985», habrá que completar las
fichas distribuidas por Ligia.
Que tengan una buena semana
Miguelita
«La Portuguesa» CP E211, no
significa nada para ustedes, así que me presento (12 metros de largo, 730
caballos y casi centenaria) Soy ruidosa y mi temperatura se acerca a 60 grados.
Construida en 1923 por los ingleses para los ferrocarriles portugueses, no soy el último mono, sin tener muchos aires soy la
pieza central del Tren de las Piñas: su locomotora. Hace poco más de 40 años,
unos apasionados me curaron, me siguen arreglando y haciéndome brillar. Y todo va sobre ruedas: el descubrimiento del
alto país de Niza seduce a los viajeros de mayo a octubre.
¿Por qué el "Tren de las Piñas"? Una historia cuenta que la
velocidad de los trenes de vapor de la época era tan baja, en las largas
costas, que los viajeros tenían tiempo de bajar a recoger los piñones en las
cercanías de la vía férrea.
En los días de tráfico salimos de la
pequeña estación de Puget-Théniers a las 10:55. A esta hora, el valle ya está
laminado por el sol. Algunos silbidos de mi parte llaman a los últimos pasajeros
a subir en un
pispás a bordo y a tomar asiento
en uno de los cinco vagones. Nos sacudimos y tropezamos en una vía métrica (de
un metro de ancho) que nos permite tomar curvas muy apretadas teniendo ojo de
buen cubero.
A bordo, los viajeros disfrutan del viaje en el tiempo. Uno de los vagones,
rojo, circulaba en el cantón de Friburgo en Suiza. Los bancos de madera
provienen del metro de París. Las cortinas grises y gruesas, han sido compradas
en Italia. Los portaequipajes de madera, perpendiculares a las ventanas,
recuerdan a los trenes de westerns.
Caminamos a lo largo del Var antes de una pausa en un pueblo donde tienen
que llenarme de carbón y saciar mi sed, un desnivel de 300 metros me espera,
necesito toda mi energía. Con la barriga vacía ninguno muestra alegría. Mi
chimenea escupe humo negro y denso. Las carbonillas vuelan y hacen toser a
algunos pasajeros instalados en la pequeña plataforma exterior de uno de los
vagones.
A mediodía llegamos a Annot, los viajeros se dispersan para ir a almorzar
en este bonito pueblo medieval que ha conservado de su pasado arcos, lavaderos
y un intrigante sistema de drenaje de agua, en parte al aire libre, para regar
los campos y lavar las callejuelas del corazón histórico.
El regreso es a las 3:00 de la tarde.
Aunque pueda arrastrar el tren en una dirección u otra, por razones estéticas,
me hacen girar sobre un puente giratorio para colocarme siempre en la parte
delantera del tren. Los voluntarios realizan la maniobra. El viaje de regreso es pan comido,
con un desnivel negativo, puedo finalmente respirar un poco y ser alegre
como una perdiz. Mañana será otro día.
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